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|   Miércoles 26 Mayo 2010

«Pensé que estaba preparada para entrar por que había visto varios videos sobre granjas, mataderos… pero vivirlo no tiene nada que ver con verlo en una pantalla. 

La primera vez que entré fue la peor. Es horrible no sólo ver como viven sino olerlo, escucharlo y sentirlo en primera persona. Si en el poco tiempo que estás (una hora aprox.) se hace insoportable y agobiante, no puedo imaginar pasar encerrado allí días, semanas y meses. A veces el olor es insoportable (metano, amoniaco…) no se puede respirar y los escuchas toser, respirar mal, ahogándose, chillar…

Hay individuos que se te quedan muy grabados. Bebés agonizando, temblando, sin poder levantarse, tumbados sobre sus propios excrementos, esperando lenta y dolorosamente la muerte. Miradas de madres enjauladas, sin poder darse la vuelta, con una indiscutible expresión de pánico, mordiendo los barrotes o moviendo la cabeza de un lado a otro…

Al irme de aquel horrible lugar me sentí profundamente triste por dejarlos en ese infierno hasta que fueran asesinados. Una gran sensación de impotencia y frustración que no va menguando a medida que sigues entrando en aquellos sitios.

Después de esta primera vez, no quería volver por que me afectó demasiado. Recordaba continuamente aquella sensación tan agobiante de cuando estaba allí dentro. No dejaban de estar en mi memoria aquellos inocentes individuos sufriendo. Cada vez que veía un trozo de carne no podía evitar pensar en que podía ser un pedazo de cualquier cerdito como los que había visto. Un trozo de carne que no sólo había sufrido al ser asesinado sino que también ha tenido una lamentable existencia. No quería volver, sin embargo me pareció increíblemente egoísta esta reacción. Yo no quería volver a ir una noche por el malestar que me causaba y ellos pasan allí toda su vida. Debía volver por ellos. Sacando esas imágenes a la calle los ayudamos al intentar concienciar a la gente.

Es bastante impactante ver todo esto y pensar que tú también has tenido un pasado en el que has consumido animales sin plantearte nada. De repente ver la realidad te hace darte cuenta de lo potente que es la sociedad y la cultura que te ciega.

Es increíblemente injusto que seres que sienten dolor y sufren como nosotros y que tienen la capacidad de disfrutar de sus vidas al igual que nosotros sean obligados a llevar esa vida y sean asesinados por un sabor, sólo por un sabor. Es muy duro ver esta realidad pero a la vez te ayuda a luchar con más fuerza y más ganas. Tan grande es la injusticia que viven estos individuos como la necesidad de que haya gente dispuesta a defenderlos.»

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